Dicen que es la suma de su historia, el aire del Mediterráneo y una cultura compuesta por todos aquellos pueblos que pujaron por su control. Supo sobrevivir a una guerra que, una vez más y como pasó durante siglos, volvió a cambiar sus fronteras por quinta vez en el último siglo. Su afán de separarse de la huella del pasado ha hecho que el país se reinvente para convertirse en uno de los destinos turísticos por excelencia. Y no es para menos: Croacia es una de esas perlas que suma litoral de aguas cristalinas –cerca de 5.800 kilómetros-, ciudades medievales, paisajes que bien se asemejan a la Toscana italiana y el encanto discreto de todo país mediterráneo.
Visitar este país tendido a orillas del mar ha sido durante años apuesta de italianos y alemanes y ahora, gracias a las compañías de bajo coste, uno de los destinos preferidos de nuestro país por su cercanía y su belleza. Dubrovnik es, sin duda alguna, la ciudad de referencia de esta nueva Croacia y no es para menos. Como punto de partida, no sólo se la considera una de las ciudades más hermosas de Europa sino que, además, su casco antiguo es considerado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO –tengamos en cuenta que Croacia atesora otros cinco lugares que también forman parte de ese club selecto de la Humanidad. Una suma de medievo y modernidad que puede respirarse también en otra de las joyas croatas: Pula, una bella localidad a orillas del Adriático que aúna su tradición romana –fue colonia y es poseedora del Forum, un templo romano en honor a Augusto- con construcciones del medievo. También en la provincia de Istria, no se puede dejar de pasar por Porec que conserva el conjunto episcopal de la basílica de Eufrasio –otro Patrimonio de todos-.
Perderse en la costa es uno de los pocos privilegios casi divinos que podemos permitirnos, aún incluso en fechas de septiembre ya que si algo tiene el vecino país de Italia es precisamente una temperatura templada y agradable hasta la entrada oficial del otoño. La extensión de su litoral y las más de 1.180 islas que lo adornan hacen de él un lugar único para perderse sin temer errar la elección. En los alrededores de Split, una de las ciudades de visita obligatoria, las playas de Makarska y Brela parecen sacadas de la idea más pueril de lo que debe ser el paraíso. No tienen nada que envidiar las islas de Brac o la de Krk que no sólo son dos destinos más que obligatorios para los amantes de los deportes acuáticos –especialmente el surf- sino, además, combinan naturaleza con mar. Pero si la idea es buscar menos paz, podemos extrapolar nuestra propia Ibiza al país croata: la isla de Pag, que cuenta con una de 114 playas con bandera de certificación azul, es lo más parecido a nuestra isla blanca.